miércoles, 11 de febrero de 2009

La importancia de la vuelta de reconocimiento

El sábado decidimos ir a patinar al parque que está por la plaza del cristo. Entramos, nos pusimos los patines y ala, a trastabillar por el piche. Cual no sería mi sorpresa cuando de repente la inclinación del terreno se hizo patente y me encontré cual borracho de lao a lao, a velocidad supersónica, sin nada a lo que agarrarme y sin saber frenar, por una cuesta con un jardín a un lado y una buena caída al otro. La decisión que en ese momento me pareció la más acertada no se acercó ni de coña a la güenorra que eligieron los colegas. Mientras ellos llegaban al final de la cuesta sanos y salvos haciendo suyo el lema de Rincewind "Calma y tranquilidad", yo me daba un tremendísimo leñazo (intentando llegar al jardín, por lo de blandito y tal) que me dejó sin aire y con un buen morado en el culo. Con el rabito entre las piernas dejé los patines en el coche y me fui a los columpios, los de los niños, no iba a tentar a la suerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hijomío, lo que he sufrido leyendo esto, espero que tus posaderas se encuentren en perfecto estado. Lo que me pregunto es cómo te sentaste en el columpio...

Tooenchumbao dijo...

Sobre la barriga, como buen prepúber radical.
:P